Hemos llegado a un punto en el que se ha generalizado en todos los ámbitos la aplicación de lo que me gusta llamar “la relatividad de lo importante”
Cuando una acción, situación, me afecta, entonces le doy la MÁXIMA IMPORTANCIA, lo que me da derecho a reclamar, exigir, recriminar o protestar.
Pero cuando esa misma acción o situación, afecta a otros, se acusa al ajeno de exagerado, que no es para tanto, y en consecuencia se le ignora.
Donde se está llegando a unos extremos no aceptables es en la relación entre Proveedores y Clientes. Se ha producido una permuta entre sus posiciones.
Los proveedores piensan que hacen un favor a los clientes “dejando que les compren sus bienes o servicios”, Se construye una relación, basada en la frase tan española: “lentejas, si quieres las tomas y si no las dejas” Esto me deja perplejo, asombrado y estupefacto.
Lo más asombroso es ver cómo los clientes se pliegan a la “tiranía del proveedor”, sin tener la suficiente gallardía para “hacerse valer”
Los proveedores deben estar agradecidos a sus clientes, porque los eligen en vez de a sus competidores, porque compran, prescriben, y vender sus productos o servicios.
El proveedor debería saber que sin sus clientes no llegarían al mercado, no recibirían feed-back de lo que el mercado demanda.
Y ante todo esto, ¿qué actitud podemos adoptar?
A mi juicio creo que la solución es que se debe pedir, quizás exigir, que una misma situación o acción debe tener la misma valoración (sea cual sea el ángulo del que se mire)
Esta valoración deber estar basada en el sentido común, en eso que todos deberíamos tener, pero que son pocos los que lo aplican.
Cuando era pequeño había una frase que se nos repetía constantemente: “No hagas a los demás, lo que no te gusta que te hagan a ti””
El quedar mal (en cualquier sentido) se ha instalado en nuestra sociedad como una “forma de actuar generalmente aceptada” y lo que es peor, se asume que no tiene coste, pero sí todo el beneficio para el que lo practica. Como diría el gran poeta cordobés Luis de Góngora: “ándeme yo caliente y ríase la gente”
Esto percepción errónea del coste de la soberbia, de la prepotencia, la mentira y la falta de palabra dada es debido a una indigencia intelectual y emocional que se ha convertido en una pandemia.
La indigencia intelectual es patrimonio de los que cultivan la estulticia (necedad fruto de la falta de educación y de cultura) de la que algunos hacen gala constantemente.
La indigencia emocional es la que refieren las personas con menos empatía que una piedra, y con una megalomanía tan grande como su bajeza moral.
La mediocridad se ha convertido en un mérito y la excelencia, un demerito.
¡Ay mísero de ti, ay infelice! Como decía el gran dramaturgo Calderón de la Barca. Si te gustan las cosas bien hechas por principio.
Pero no todo está perdido, aún existen personas de una riqueza intelectual digna de admiración, y por supuesto verdaderos millonarios emocionales, que hacen que a su alrededor la vida sea mucho más soportable.
Por favor, busque a estas personas, en sus círculos personales y profesionales, aprenda de ellos, disfrute de ello.
Demasiado tiempo sin escribir en el blog. Quizás esperando el momento oportuno, que nunca aparecía.Lo que en principio era una intuición, finalmente se ha convertido en una certeza.
La CASUALIDAD no existe. Todo es CAUSAL, No hay que darle más vueltas.
Han tenido que pasar 55 años de mi vida para darme cuenta, aunque como dice el refrán: nunca es tarde si la dicha es buena.
Pero ¿cómo he llegado a esta conclusión?
Durante años he estado recibiendo señales, en diferentes momentos, que me indicaban que debía tomar decisiones.
Mi obcecación y tozudez era más fuerte que esos mensajes que recibía. Hasta que hace unos años, empecé a hacer caso a esas señales, para descubrir que las decisiones que había tomado eran acertadas.
La CAUSALIDAD rige nuestras vidas. No quiero decir con eso que me haya convertido en un Determinista, o quizá si en un Determinista de bajo perfil, que no cree que el destino está escrito, sino que las acciones tienen sus causas y sus efectos, pero que existe la libertad de elección.
También he constatado, no sin cierto enfado, que las señales son más tercas que uno mismo, y que se manifiestan reiteradamente varias veces para que les hagas caso, a veces sin demasiado éxito.
Por eso pienso que debemos hacer caso a las señales. Y no sólo en la vida personal. También en la profesional.
En las empresas nos obsesionamos muchas veces en que las cosas deben ser, o transcurrir, o concretarse, de una forma determinada. Aunque recibimos múltiples señales de que no será así.
La intuición es fruto del conocimiento y de la experiencia.
Hagamos buen uso de ella. Leamos las señales. Seamos humildes.
Conseguiremos mejores éxitos y además…seremos más felices.
Post Data: Estas líneas están dedicadas a todas las personas que durante los últimos tiempos me dan la oportunidad de compartir su energía positiva. Gracias a las buenas personas, que haberlas, las hay.
Es esta una frase de la película SoulSurfer estrenada el año 2011, basada en la autobiografía de Bettany Hamilton publicada en el año 2004, un año después de un terrible ataque de un tiburón tigre en el que éste le arrancó su brazo izquierdo por debajo del hombro y con él una prometedora carrera como surfista profesional.
Era la mañana del 31 de octubre de 2003.
Han pasado 13 años, desde que parecía que su vida y sus planes de futuro se habían acabado.
Pero no fue así, tan sólo un año después del ataque, en Julio de 2004 Bettany ganó el premio ESPY al mejor regreso del atleta del año, retomando su carrera como surfista profesional.
Recuperaba así una parte de su vida, y una trayectoria de 10 años de competiciones, triunfos y galardones, pero no sólo recupero sus objetivos deportivos. Su vida personal también mejoraba con el transcurso del tiempo. En 2013, a los 23 años, se casó con Adam y en junio de 2015 nacía su primer hijo Tobías.
Esta mañana estaba surfeando con su familia, como compartía en redes sociales. Se ha cerrado el círculo.
Realmente una lección de superación ante la adversidad, pero su historia no es única.
Todos hemos conocido o conocemos personas que han hecho y hacen que la frase “No necesito que sea fácil, sólo que sea posible” una constante en su vida y que les ha permitido superar dificultades que para muchos de nosotros serían un obstáculo insalvable.
Estas líneas son también un especial reconocimiento y admiración a una persona que desde el día que nació me ha demostrado que para conseguir sus objetivos en la vida, que no han sido pocos, no necesitaba que fuera fácil, sólo que fuera posible. No hace falta mencionar su nombre, ella lo sabe.
En una sociedad en la que prima la exigencia de lo rápido, lo fácil, a velocidad del chip, los ejemplos de la actitud de estas personas nos recuerdan que aún queda esperanza. Que la superación de las dificultades exige tiempo, que no es inmediata y que requiere constancia, esfuerzo y capacidad de sufrimiento.
Las empresas y sus empleados también deben reflexionar. Parece que hemos superado una crisis que se ha llevado por delante muchos brazos izquierdos y hasta vidas enteras. No importan los años, importan los daños.
Las empresas deben agradecer los esfuerzos realizados durante este tiempo, adaptando su modelo de gestión de crisis a un modelo de curación de heridas, de reparación de daños, de reconstrucción del presente y del futuro de sus equipos. Sólo así conseguiremos que nuestros equipos se recuperen y mantengan esa vinculación y compromiso.
Debemos ponernos todos como objetivo ser mejores de lo que éramos antes de la crisis, mejores para los empleados, para los compañeros, mejores para los clientes, mejores con nosotros mismos y con nuestro futuro.
No es fácil, pero es posible…
Gracias de corazón a los que nos lo recuerdan cada día.
En el mundo actual dominado por la tecnología, y gestionado a través de Redes Sociales, uno de los puntos críticos es ser innovador en la forma de comunicarse. Lo importante es ser diferente, para distinguirse. Tanto en el plano personal, como profesional.
Pues bien, si lo que usted quiere realmente es distinguirse de los demás, ser ORIGINAL y llamar la atención, ésta es su oportunidad.
Los que ya tenemos una edad, y algunos más jóvenes también, recordaremos con especial cariño a nuestras Abuelas y Abuelos. Y especialmente ese momento mágico, en el que se nos enseñaba, con manos arrugadas por el paso del tiempo, ese preciado objeto: una piruleta. La tentación era demasiado fuerte, y el primer instinto infantil era lanzarse literalmente a por ella. Y justo en ese instante, se paraba el tiempo y se oía la voz sabia de nuestros mayores: ¿cómo se pide…? todos sabemos la contestación. ¿Ya con nuestro tesoro en la mano y a punto de saborear la deseada golosina, aparecía de nuevo esa voz que preguntaba: ¿Qué se dice…? y no hemos olvidado la contestación.
A estas alturas ya sabrán ustedes las palabras a las que me refiero, mil veces dichas, pero lamentablemente cada vez menos usadas y más olvidadas.
Quien no ha recibido un mail en que se nos ofrecen productos o servicios y que finaliza: “Quedo a la espera de sus noticias” desafortunada traducción y peor uso de la fórmula anglosajona “Hearing from you soon”.
¿De qué estamos hablando? ¡Estamos usando una forma imperativa en una solicitud! Y nos quejamos de que los destinatarios de los mensajes no nos contestan. Personalmente, cuando recibo un mail con esta fórmula, no lo contesto. Sí contesto a los que se dirigen por ejemplo en estos términos:“Por favor, cualquier duda o consulta que necesite, nos tiene a su disposición”.
A continuación, les propongo un Juego. Durante el día de hoy vayan contando el número de veces que reciben cualquier tipo de mensaje escrito en el que figuren estas palabras: “Por favor” y “Gracias”. Al día siguiente, hagan la misma operación, pero esta vez será el número de veces que ustedes ponen en sus mensajes las palabras “Por favor” y “Gracias”.
¿Quién gana? El que tenga mayor número de veces en total. ¿Le gusta perder? Pues ya lo sabe, empiece a anotar en su casillero de inmediato. A poco que se esfuerce gana de goleada (Lamentablemente).Aunque existe el efecto multiplicador de su uso: cuanto más las emplee, más veces se las van a devolver. Aún hay esperanza.
Y ahora viene la magia.
Es muy difícil, al menos para mí, negarme a algo que se me pide por favor. Además, cómo no es usual, me llama la atención, se fija en mi recuerdo y me da una imagen muy positiva de la persona que se está comunicando conmigo.
Y qué decir de la palabra Gracias. Gracias por atenderme, por escucharme, por perdonarme, por respetarme, por ayudarme, por quererme, por no olvidarme…Cómo dice la canción: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto… (Mercedes Sosa)
Por eso, le recomiendo, aunque no sea “cool”, que use hasta la EXTENUACIÓN estas palabras, en el ámbito personal es su decisión, pero en el ámbito profesional es una ventaja competitiva, que las empresas en su forma de relacionarse, tanto interna como externamente, están desaprovechando. Ganaríamos todos.
Belle-île-en-mer, 17 de julio del año de gracia de 1685
Al Señor de Louvois
en su Palacio de Paris
Monseñor:
Hay algunos trabajos en los últimos años que no han terminado, y que no se terminarán, y todo eso, Monseñor, por la confusión que causan las frecuentes rebajas que se hacen en sus obras pues es cierto que todas esas rupturas de contratos, incumplimientos de palabra y renovaciones de adjudicación no sirven a Vos más que para atraer como contratistas a los miserables que no saben dónde tienen la cabeza, a los pillos y a los ignorantes, y para ahuyentar a aquellos que son capaces de dirigir una empresa. Yo digo más, y es que aquellos que retrasan y encarecen cuantiosamente las obras no son más que rufianes, porque esas rebajas y economías tan buscadas son ficticias, y por tanto son contratistas que pierden y, como un náufrago que se ahoga, se agarran a todo lo que puede: ahora bien, agarrarse a todo lo que se puede en el oficio de contratista es no pagar a los suministradores de los materiales, dar salarios bajos a los trabajadores, robar todo lo que se puede, tener a los peores obreros porque estos le ofrecen mejores tratos que los otros, usar siempre los materiales más baratos, buscar disputas sobre todas las cosas y siempre pedir misericordia contra esto y aquello.
Y de ahí bastante Monseñor, para hacerle ver la imperfección de esa conducta; abandónela pues, y en el nombre de Dios, reestablezca la buena fe, pague el precio justo por sus obras y no niegue nunca el honesto salario de un contratista que sepa cumplir con su deber, este será siempre el mejor acuerdo que podréis hallar.
En cuanto a mi, Monseñor, os quedo verdaderamente reconocido de todo corazón. Vuestro muy humilde y obediente servidor,